sábado, 4 de diciembre de 2010

el señor encorvado

el señor encorvado, grande, enorme, camina lentamente, con la cabeza echada hacia delante, casi como esas tortugas, lleno de lunares y verrugas el cuello, que desemboca en un botón demasiado apretado, enorme, con su bastón ridículamente grueso y pequeño, con un traje negro y guantes, pelo echado hacia atrás lleno de gomina, y sobre todo, enorme el señor, se detiene a media calle, en un cruce, levanta su bastón frente a él, y lo estrella contra el pavimento, y el pavimento vuela en todas direcciones, con fuego debajo, y, en el centro, la sonrisa siniestra de un señor encorvado y enorme