jueves, 26 de mayo de 2011

historias del crack (II)

Francisco no existe. Puede levantarse de su cubículo a tomar agua cada veinte minutos, y nadie lo nota. Francisco no tiene fuerza de voluntad. Produce lo que su patrón le pide. Hace lo que su esposa cree necesitar. A veces se da cuenta, y trata de llorar. Ni siquiera lo logra.


Un día, Francisco sale de su trabajo. Y, al ir hombro a hombro con toda esa gente, Francisco se abre, como un receptor, y se contagia de toda esa energía. Energía negativa. Regresa, a contracorriente. Mea afuera de la oficina de su patrón. Nadie lo ve, pues Francisco no existe. Corre a su casa. Llega sudando, cansado pero lleno de energía, como una batería llena. Su esposa comienza a aleccionarlo. Francisco, callado, la abofetea. Una, otra y otra vez. Su esposa llora. Francisco la patea. Le mea encima. Se va, para siempre. Nadie lo sigue, pues Francisco no existe.

lunes, 23 de mayo de 2011

from The Catcher in the Rye...

"...I thought what I'd do was, I'd pretend to be one of those deaf-mutes. That way I wouldn't have to have any goddam stupid useless conversations with anybody. If anybody wanted to tell me something, they'd have to write it on a piece of paper and shove it over to me. They'd get bored as hell doing that after a while, and then I'd be trough with having conversations for the rest of my life. "


J.D. Sallinger

sábado, 21 de mayo de 2011

historias del crack (I)

Doña Juana, inmensa, de cerca de 60, con sus brazos casi tan anchos como sus caderas, baja del camión. Trae las bolsas del mandado, una en cada mano, como para hacer tierra, como si fueran parte indispensable de su pesada silueta. Comienza a cruzar la calle. Justo a la mitad, algo llama su atención en el edificio de enfrente. Eso, de color rojo, en medio de todo ese gris. Termina de cruzar la calle por pura inercia.
El punto rojo hadesaparecido, pero su presencia, física o no, despertó en ella ese sentimiento de la infancia que inundaba todo. Esa libertad, esa facilidad, esa alegría en todo lo que se hacía o se dejaba de hacer. Doña Juana dejó caer las bolsas del mandado. Dejó caer su pasado, y comenzó a caminar en otra dirección, en otra realidad. Ya nada le estorbaba.