sábado, 21 de mayo de 2011

historias del crack (I)

Doña Juana, inmensa, de cerca de 60, con sus brazos casi tan anchos como sus caderas, baja del camión. Trae las bolsas del mandado, una en cada mano, como para hacer tierra, como si fueran parte indispensable de su pesada silueta. Comienza a cruzar la calle. Justo a la mitad, algo llama su atención en el edificio de enfrente. Eso, de color rojo, en medio de todo ese gris. Termina de cruzar la calle por pura inercia.
El punto rojo hadesaparecido, pero su presencia, física o no, despertó en ella ese sentimiento de la infancia que inundaba todo. Esa libertad, esa facilidad, esa alegría en todo lo que se hacía o se dejaba de hacer. Doña Juana dejó caer las bolsas del mandado. Dejó caer su pasado, y comenzó a caminar en otra dirección, en otra realidad. Ya nada le estorbaba.

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