miércoles, 29 de julio de 2015

'pimp my caroça'

V.0.0 Anécdota.


El viejo, cansado, despierta. Instintivamente, busca su pequeña botella de licor. Está vacía. La luz es cegadora, el sol aún está bajo. El rostro del viejo ha perdido la edad bajo las arrugas, bajo la constante exposición al sol, bajo la falta de baño, bajo horas y días alcoholizado. Ni el tiempo ni la edad existen ya en su memoria.

Se levanta con esfuerzo, y hace andar su destartalado carrito, demasiado pesado ahora, jalándolo en busca de cartón usado, para cambiarlo por monedas y cambiarlas por alcohol.  

En el primer cruce encuentra, a la distancia, a otro vagabundo en busca de materiales para conseguir monedas. No hablan. Con una mueca incompleta, se comunican y deciden quién irá hacia el norte y quién doblará hacia el sur.

El viejo recorre las mismas calles de siempre, iguales bajo su mirada desenfocada. Un perro lo acompaña. Un perro igual a todos los otros perros callejeros.

Tienen suerte, y encuentran pronto un par de cajas  vacías que el viejo dobla con maestría y gracia, dos botellas de cerveza rotas, y un emparedado casi completo, que comparten. Siguen su camino, y el perro se separa al percibir el olor de un mercado cercano. El olor despierta un ambiguo sentimiento de dolor en el estómago del viejo, pero prefiere, sabiamente, ignorarlo y concentrarse en la búsqueda.

En otra esquina, el viejo encuentra unas latas de atún oxidadas, y tras hacer cuentas mentales rápidas y vagas, sabe que no necesitará caminar mucho más para conseguir esa botella llena de 250 ml de alcohol barato.

Es demasiado pronto, pero el sol se acaba de ocultar. Y bajo la luz azulina que sigue al crepúsculo, la descubre. Una pila de cajas húmedas y recién desechadas. Sólo tiene que cruzar la ancha autopista, y será suya. Es entonces cuando también ve al otro. Otro pordiosero, con un carrito más ligero. El viejo tiene la sensación incluso que aquella orilla de la autopista está más cerca de las cajas. Pero los autos, furiosos, no dejan de pasar, a esa velocidad inhumana a la que se mueven. Ni siquiera ve los autos. Sólo percibe las luces de los faros, amarillas y blancas, volando delante suyo. El otro vagabundo ha avanzado un carril, y espera para poder llegar a las cajas apiladas. Parece que se abre un hueco, y el viejo invoca toda su energía en sus atrofiadas piernas, quizá lo logre ahora, piensa, de un solo golpe, que es lo que se escuchó cuando el inmenso camión con los faros descompuestos, lo arrastró  durante seis segundos y veintisiete metros, destruyendo también su pesado carrito, matando al viejo al instante.


V.1.0 adjetivos sagrados.



El viejo, sagrado, despierta. sagradamente, busca su sagrada botella de licor. Está sagrada. La luz es sagrada, el sol aún está sagrado. El rostro del viejo ha perdido la edad bajo las arrugas, bajo la sagrada exposición al sol, bajo la falta de baño, bajo horas y días sagrado. Ni el tiempo ni la edad existen ya en su memoria.


Se levanta con esfuerzo, y hace andar su sagrado carrito, demasiado sagrado ahora, jalándolo en busca de cartón sagrado, para cambiarlo por monedas y cambiarlas por alcohol.  


En el sagrado cruce encuentra, a la distancia, a otro vagabundo en busca de materiales para conseguir monedas. No hablan. Con una mueca sagrada, se comunican y deciden quién irá hacia el norte y quién doblará hacia el sur.


El viejo recorre las sagradas calles de siempre, sagradas bajo su mirada sagrada. Un perro lo acompaña. Un perro igual a todos los otros perros sagrados.


Tienen suerte, y encuentran pronto un par de cajas  sagradas que el viejo dobla con maestría y gracia, dos botellas de cerveza sagradas, y un emparedado casi sagrado, que comparten. Siguen su camino, y el perro se separa al percibir el olor de un mercado sagrado. El olor despierta un sagrado sentimiento de dolor en el estómago del viejo, pero prefiere, sagradamente, ignorarlo y concentrarse en la búsqueda.


En otra esquina, el viejo encuentra unas latas de atún  sagradas, y tras hacer cuentas sagradas sagradas y sagradas, sabe que no necesitará caminar mucho más para conseguir esa botella llena de 250 ml de alcohol sagrado.

Es demasiado sagrado, pero el sol se acaba de ocultar. Y bajo la luz sagrada que sigue al crepúsculo, la descubre. Una pila de cajas sagradas y recién desacralizadas. Sólo tiene que cruzar la sagrada autopista, y será suya. Es entonces cuando también ve al otro. Otro pordiosero, con un carrito más sagrado. El viejo tiene la sensación incluso que aquella orilla de la autopista está más cerca de las cajas. Pero los autos, sagrados, no dejan de pasar, a esa velocidad sagrada a la que se mueven. Ni siquiera ve los autos. Sólo percibe las luces de los faros, sagradas y sagradas, volando delante suyo. El otro vagabundo ha avanzado un carril, y espera para poder llegar a las cajas sagradas. Parece que se abre un hueco, y el viejo invoca toda su energía en sus sagradas piernas, quizá lo logre ahora, piensa, de un sagrado golpe, que es lo que se escuchó cuando el sagrado camión con los faros sagrados, lo arrastró  durante seis segundos y veintisiete metros, destruyendo también su sagrado carrito, matando al viejo al instante.




V.2.0 Ser.



El viejo, cansado, es. Instintivamente, es su pequeña botella de licor. Es vacía. La luz es cegadora, el sol aún es bajo. El rostro del viejo ha sido la edad bajo las arrugas, bajo la constante exposición al sol, bajo la falta de baño, bajo horas y días alcoholizado. Ni el tiempo ni la edad son ya en su memoria.


Se es con esfuerzo, y hace ser su destartalado carrito, demasiado pesado ahora, siendo en busca de cartón usado, para serlo por monedas y serlas por alcohol.  


En el primer cruce  es, a la distancia, otro vagabundo en busca de materiales para ser monedas. No son. Con una mueca incompleta, se son y son quién será hacia el norte y quién será hacia el sur.


El viejo es las mismas calles de siempre, iguales bajo su ser desenfocado. Un perro lo es. Un perro igual a todos los otros perros callejeros.


Son suerte, y son pronto un par de cajas  vacías que el viejo es con maestría y gracia, dos botellas de cerveza rotas, y un emparedado casi completo, que son. Son su camino, y el perro se es al ser el olor de un mercado cercano. El olor es un ambiguo sentimiento de dolor en el estómago del viejo, pero es, sabiamente, ser y ser en la búsqueda.


En otra esquina, el viejo es unas latas de atún oxidadas, y tras ser cuentas mentales rápidas y vagas, es que no será ser mucho más para ser esa botella llena de 250 ml de alcohol barato.


Es demasiado pronto, pero el sol se acaba de ser. Y bajo la luz azulina que es al crepúsculo, la es. Una pila de cajas húmedas y recién desechadas. Sólo tiene que ser la ancha autopista, y será suya. Es entonces cuando también es al otro. Otro pordiosero, con un carrito más ligero. El viejo es la sensación incluso que aquella orilla de la autopista es más cerca de las cajas. Pero los autos, furiosos, no dejan de ser, a esa velocidad inhumana a la que se son. Ni siquiera es los autos. Sólo es las luces de los faros, amarillas y blancas, siendo delante suyo. El otro vagabundo ha sido un carril, y es para poder ser a las cajas apiladas. Parece que se es un hueco, y el viejo es toda su energía en sus atrofiadas piernas, quizá lo logre ahora, es, de un solo golpe, que es lo que se fué cuando el inmenso camión con los faros descompuestos, lo fué  durante seis segundos y veintisiete metros, siendo también su pesado carrito, siendo al viejo al instante.


V.3.0 dioses y diosas.


El dios, cansado, despierta. Instintivamente, busca su pequeña diosa de dios. Está vacía. La diosa es cegadora, el dios aún está bajo. El dios del dios ha perdido la diosa bajo las diosas, bajo la constante diosa al dios, bajo la diosa de dios, bajo diosas y dioses alcoholizado. Ni el dios ni la diosa existen ya en su diosa.

Se levanta con esfuerzo, y hace andar su destartalado dios, demasiado pesado ahora, jalándolo en busca de dios usado, para cambiarlo por diosas y cambiarlas por dios.  

En el primer dios encuentra, a la distancia, a dios en busca de dioses para conseguir diosas. No hablan. Con una diosa incompleta, se comunican y deciden quién irá hacia el dios y quién doblará hacia el dios.

El dios recorre las mismas diosas de siempre, iguales bajo su diosa desenfocada. Un dios lo acompaña. Un dios igual a todos los otros dioses callejeros.

Tienen suerte, y encuentran pronto un par de diosas  vacías que el dios dobla con maestría y gracia, dos diosas de diosa rotas, y un dios casi completo, que comparten. Siguen su dios, y el dios se separa al percibir el dios de un dios cercano. El dios despierta un ambiguo dios de dios en el dios del dios, pero prefiere, sabiamente, ignorarlo y concentrarse en la diosa.

En otra diosa, el dios encuentra unas diosas de dios oxidadas, y tras hacer diosas mentales rápidas y vagas, sabe que no necesitará caminar mucho más para conseguir esa diosa llena de 250 ml de dios barato.

Es demasiado pronto, pero el dios se acaba de ocultar. Y bajo la diosa azulina que sigue al dios, la descubre. Una diosa de diosas húmedas y recién desechadas. Sólo tiene que cruzar la ancha diosa, y será suya. Es entonces cuando ve al otro. Otro dios, con un dios más ligero. El dios tiene la sensación incluso que aquella diosa de la diosa está más cerca de las diosas. Pero los dioses, furiosos, no dejan de pasar, a esa diosa inhumana a la que se mueven. Ni siquiera ve los dioses. Sólo percibe las diosas de los dioses, amarillas y blancas, volando delante suyo. El otro dios ha avanzado un dios, y espera para poder llegar a las diosas apiladas. Parece que se abre un dios, y el dios invoca toda su diosa en sus atrofiadas diosas, quizá lo logre ahora, piensa, de un solo dios, que es lo que se escuchó cuando el inmenso dios con los dioses descompuestos, lo arrastró  durante seis dioses y veintisiete dioses, destruyendo también su pesado dios, matando al dios al instante.


V.4.0 all together now.


El dios, sagrado, es. Sagradamente, es su sagrada diosa de dios. Es sagrada. La diosa es sagrada, el dios aún es bajo. El dios del dios ha sido la diosa bajo las diosas, bajo la sagrada diosa al dios, bajo la diosa de dios, bajo diosas y dioses sagrados. Ni el dios ni la diosa son ya en su diosa.

Se es con esfuerzo, y es ser su sagrado dios, demasiado sagrado ahora, siéndolo en busca de dios sagrado, para serlo por diosas y serlas por dios.  

En el primer dios es, a la diosa, a dios en busca de dioses para ser diosas. No son. Con una diosa sagrada, se son y son quién será hacia el dios y quién será hacia el dios.

El dios es las sagradas diosas de siempre, sagradas bajo su diosa sagrada. Un dios lo es. Un dios igual a todos los otros dioses sagrados.

Son suerte, y son pronto un par de diosas  sagradas que el dios es con maestría y gracia, dos diosas de diosa sagradas, y un dios casi sagrado, que son. Son su dios, y el dios se es al ser el dios de un dios sagrado. El dios es un sagrado dios de dios en el dios del dios, pero es, sagradamente, serlo y serse en la diosa.

En otra diosa, el dios es unas diosas de dios sagradas, y tras ser diosas sagradas sagradas y sagradas, es que no será ser mucho más para ser esa diosa llena de 250 ml de dios barato.

Es demasiado sagrado, pero el dios se acaba de ser. Y bajo la diosa sagrada que es al dios, la es. Una diosa de diosas sagradas y recién desacralizadas. Sólo tiene que ser la sagrada diosa, y será suya. Es entonces cuando es al otro. Otro dios, con un dios más sagrado. El dios es la sensación incluso que aquella diosa de la diosa es más cerca de las diosas. Pero los dioses, sagrados, no dejan de ser, a esa diosa sagrada a la que se son. Ni siquiera es los dioses. Sólo es las diosas de los dioses, sagradas y sagradas, siendo delante suyo. El otro dios ha sido un dios, y es para poder ser a las diosas sagradas. Parece que se es un dios, y el dios es toda su diosa en sus sagradas diosas, quizá lo logre ahora, es, de un solo dios, que es lo que se fué cuando el sagrado dios con los dioses sagrados, lo fué  durante seis dioses y veintisiete dioses, siendo también su sagrado dios, siendo al dios al instante.


lunes, 8 de julio de 2013

Una mosca parada en la pared

(noir)


2018. Guadalajara, Mx.

Una mosca vuela segura hacia la ventana cuando es alcanzada por un golpe. El golpe no acierta al cien, por lo que la mosca es alcanzada, pero continúa con vida. Vuela atarantada por el fregador.

José está tirado a todo lo largo de la cocina. ¿Desde cuando el verano en ésta ciudad se siente como el de la playa? Sobre todo si se sale (por ejemplo a la tienda o al cajero) en sandalias. No recuerda los veranos de su infancia en esta ciudad, a la que volvió después de pasar unos años fuera. Muy pocos supieron a dónde o a qué se fué. Sólo corrieron los rumores "que se fué al otro lado" después de la muerte de sus padres. José consiguió su green card gracias a un tío suyo, un pariente lejano cuya ascendencia llevaba allá tres generaciones. Su tío le dio consejos y trabajo que hicieron posible que José sobreviviera y prosperara. Se enroló en el army, y llegó a Ranger. 

La masca vuala da lada sarca da an trasta can agua tarbia can rastas da camada.

La sangre tibia, lenta y pesada, deja el cuerpo de José ¿Cuántos días tardará alguien en encontrarlo? Y pensar que, después de seis meses sin trabajar, alguien fuera a tomarse la molestia de cazarlo. De dispararle a distancia, a través de la ventana de su propia cocina. Nunca creyó que sería aquí donde todo terminaría. Siempre se imaginó que sería en la acción, durante una chamba. Como lo aconseja el "Camino del Samurai", imaginó su muerte en todas las opciones que él creía posibles. Sólo en contados instantes imaginó que sería de viejo. Y en los últimos años, habrían sido unos seis o siete instantes. (Más que posibilidades, eran deseos). Deseos no cumplidos. La ironía de Dios. Aunque siempre dudó de cualquier Dios. ¿Lo verá ahora? Lo duda. Ha visto a hombres morir, y se ha dado cuenta que lo que ven esos hombres, en ese último instante, no es Dios. Ni siquiera es "La Muerte". Simplemente, se transforman, en ese momento, en piedras aguadas, en sacos de vísceras (que por lo demás, pueden ser disueltos en un par de horas, como bien sale en las películas). 

Le mesque vuele erréteque pelegresemente cerque de en vese quen sebres tebeas de elquehel.

Alguien timbra. Ahora que ve de cerca a los insectos, piensa que quizá, en ese destino tan pequeño e insignificante, su existencia es más útil que la suya. Más pura, de alguna forma. ¿Es la conciencia de nuestra existencia, la capacidad de decidir, de imaginar cosas irracionales, inalcanzables, estúpidas o sublimes, lo que nos vuelve... malos? José piensa en los niños que mató. Dos niñas y un niño de unos catorce. Algunos no fueron alcanzados por sus balas, pero todos murieron durante sus "misiones". José intenta, con todo su "espíritu", gritar a la persona que tocó el timbre por segunda vez. Todas sus fuerzas y toda su voluntad, no alcanzan para gritar. Ni siquiera para gemir. Esos niños... ¿Podrían haber sido santos? ¿poetas? ¿pintores? José intenta ver su antebrazo, en donde tiene tatuada una estrella por cada niño colateral. Ni siquiera puede mover los ojos. Pero se imagina su brazo. ¿Qué objeto habrá sido el que más vio en su vida? ¿Las nubes? ¿El Sol? ¿El techo de su cuarto a oscuras? ¿La televisión? ¿Las distintas pantallitas de sus inútiles celulares?

Li misqui itirrizi di lidi cirqui di li vintini.

¿Quién cuidará a Jason? Pinchi gato. Al final es lo único que le importa. El pinchi gato.
¿Cómo lo encontraron? Y con un francotirador. Por lo menos, no ha de ser mexicano. ¿La luz en verano siempre fue tan dura? De niño no me parecía. Igual estaba concentrado en otras cosas. En jugar. ¿Desde cuando el verano en ésta ciudad se siente como el de la playa? 

Lo mosco poteo con ono poto sobro lo soporfosio, creondo on potrón sorcolor.

El matamoscas aferrado en la mano izquierda, cerca de los tatuajes, como prueba del la última gran proeza realizada.

Lu muscu ustú putus urrubu. Lu muscu tumpucu subruvuvurú.


domingo, 2 de junio de 2013

Ronda Nocturna


"Qué me importa la realidad que se halle fuera de mí, si me ha ayudado a vivir, a sentir que soy y lo que soy."
Ch. Baudelaire

Un hombre de 35, que en su juventud fue una joven promesa del arte en su pequeña,  minúscula ciudad de un millón de habitantes, tiene que atravesar una gran parte de su ciudad para entregar una obra. Llamémoslo K., en obvio homenaje al gran K. Últimamente no le ha ido bien a K. Siente que vive devastado por el sistema económico. Le enseñaron a crear y a creer en su futuro, pero no a encontrarse con la realidad del mundo económico en crisis post-neoliberalista. Clientes q pagan a plazos, arduos trabajos que al final no se venden, clientes que nunca pagaron, en fin. Ahora tiene que cruzar media ciudad, a las once de la noche, para vender una obra en casi nada. Algo que le suministre droga y comida por una semana. Últimamente depende de la droga para enfrentar el mundo. Y cree, también, que la droga le enseña, siempre (o casi siempre) un camino diferente, un punto de vista único. Al principio, cuando comenzó a ser reconocido en el mundillo local del arte, caía en los juegos del status y el ego, pero ahora todo eso parece muy lejano. La promesa del mundo de abundancia y tranquilidad para "crear" nunca llegó. Es así que ahora pinta para él mismo, y la razón por la que K., alto y delgado, con una larga barba enmarañada de meses, cruza la ciudad cargando un cuadro que vuelve su silueta en algo inusual. Como la silueta de la víbora que se comió un elefente, pareciera que él se hubiera comido un rombo.

Durante el recorrido, comienza a ver ventanas. A observarlas y escucharlas. Empieza en un barrio de clase media baja, en donde vive. Recuerda a Baudelaire, y piensa en la luz eléctrica. Baudelaire fascinado por ventanas sin luz fluorescente, sin radio ni televisión. Ahora sale luz de todas las temperaturas posibles de las ventanas habitadas y es muy fácil saber si los habitantes duermen (o intentan dormir) o no. Alguien ve una película de acción, en un multifamiliar con una luz muy fría en la azotea, mientras el edificio de fondo está coloreado con luz cálida. Más adelante, hay música de fiesta. Mañana es día  feriado. En los bares y cantinas la gente toma y ríe. Al acercarse a la ventana de donde sale música pop de adolescentes, una risa femenina llena el ambiente con intérvalos cortos y orgásmicos... 

Conforme cruza avenidas y se aleja de su casa, el barrio comienza a cambiar. Las casas son más grandes, más limpias, más iluminadas. ¿Cómo quieren que uno camine tranquilamente cargando su obra, por el barrio, tan pobremente iluminado? ¿Qué creerán los pocos paseantes nocturnos, al distinguir su silueta con tan poca luz? ¿Que se devoró su obra? ¿Que carga un maletín lleno de armas? Quizá alguno crea, desde lejos, que ni siquiera es humano. 

Otra fiesta, en una zona de clase más alta. La música es muy diferente. La casa es de tres plantas. Una pareja sale de ahí, hablando por celular y vestidos muy formalmente.  Antes de subir al auto, se besan, besos ebrios y apasionados. K. piensa en entrar a esa fiesta. ¿Qué clase de personas habrá ahí? ¿Qué tan ebrios estarán? ¿Agradecerán su intromisión, o lo sacarán a patadas? Si entra, estaría dispuesto a hablar de arte, y sobre todo, a entretenerlos, confrontándolos sobre el sistema. A acabarse las botellas, empezando por las más finas. Tiene que entregar su obra.

Por fin llega al domicilio, en una calle desierta. Timbra, y lo atiende una criada casi en pijama. Adentro hay muy poca luz, y suena una melodía sobadísima y aburridísima de jazz. Hay personas viajando, tiradas, regadas por todo el lugar. La criada recibe la obra como si recibiera a un mensajero de "UPS".  Toma el cuadro y lo recarga en un sofá, mientras la chica que reposa en él, en camiseta interior, le coquetea con la mirada. La criada la ignora y regresa a darle los billetes a K. Él aspira tranquilo. Ha re-escrito el texto de Baudelaire en su cabeza, y tiene dinero para sobrevivir una semana. Para seguir drogado. Para comer. No alcanzará para la renta.

En el camino de regreso, decide cambiar de calles. Un par de parejas salen de un Saloon. Se suben a sus vehículos. Tres vehículos para cuatro personas. Y él cruzando media ciudad a pie, y cargando. 

Una funeraria parece locación de una película de Leos Carax. Una casa colonial en donde la gente se reúne a bailar Salsa. Afuera del Hospital hay cambio de guardia. Tres enfermeras cenan en el puesto de hot-dogs. Una anciana llora, gimiendo, en un cuarto con luz amarilla y muebles de madera.

"Por sobre las olas de los tejados, acierto a entrever a una mujer madura, arrugada ya, pobre, perpetuamente enfrascada en su tarea y que nunca sale."

En una cuadra oscura pasa afuera de un pinchadero, y piensa en invertir, de una buena vez, su dinero. Cuando voltea, observa una enorme silueta descompuesta, casi desnuda, con un enorme vaso ámbar, que se planta en el marco de la puerta (con un contraluz también ámbar y viciado) y grita, hacia el fondo de la habitación: 
"¡Si no estás de acuerdo conmigo vamos, y nos ponemos unos putazos!" "¡Si eres tan hombre para contradecirme, vamos aquí afuera, y nos arreglamos!"

Él observa, aún desde la esquina, con el rabillo del ojo, y alenta su paso. El hombre apenas da tres pasos fuera, a una velocidad imposiblemente lenta. Da un trago a su vaso, y desaparece cuando K. dobla la esquina.

Dos cuadras más adelante, ya agotado, siente el sudor en su espalda y sus axilas e imagina el olor que emana. Encuentra unas ventanas muy iluminadas. Es un bar concurrido, con gente de traje y humo. Piensa en las diferencias entre los borrachos ricos y los pobres. Entre los drogados ricos, y los no tan ricos. Observa, detenidamente, al hombre que sale en ese momento, tambaleante. K. observa su traje caro. No debe tener tantos trajes como ese, pues el portafolios que carga está desgastado, aunque parece cómodo. Sus zapatos tampoco son de la mejor calidad. Debe ser un funcionario menor, pero con un futuro "prometedor", y es casi de su edad. De hecho, le calcula exactamente la misma edad. K. se acerca. ¿Qué se sentirá asaltarlo? K. está casi seguro de que es capaz de intimidarlo con nada, de pedirle la cartera con una actitud feroz, y un ademán amenazante, y escapar. El funcionario no lo siente al acercarse, pero todo sale mal. Él sí portaba un arma en su guantera, y amenaza a K., le grita al acomodador del bar, que sale en su ayuda, y juntos, muelen a K. a golpes. Le hablan a la policía. El encabezado: un drogadicto intenta asaltar y matar al prometedor político S. 

Los que conocen a K., están convencidos de que su destino se debe a las drogas que consume. Que su dealer le conisguió el arma plantada por la policía.

    "Y me acuesto, satisfecho de haber vivido y padecido en la piel de otros."

martes, 30 de abril de 2013

Alicia, enormísima cronopia


Alicia, a sus cuatro, es la cronopia más grande y enorme de los cronopios que surcan los mares en estos tiempos. Su lucha es contra el tiempo, y consiste en alargar las actividades cotidianas, en estirarlas como cuerdas de alguna teoría, hasta empalmarlas. 

A Alicia no le gusta que la despierten. Le gusta despertar sola. Abrir los ojos, mirar al techo, observarlo. Corroborar que es el mismo techo del día anterior. Mirar a los lados. Corroborar que el espacio también es el mismo. (Han existido ocasiones, todas registradas, en las que el lugar en el que uno se acuesta es distinto del que uno se levanta). Hay que mover, primero, un dedo o dos (de preferencia, comenzando con el pie derecho). Moverlo más rápido. Más despacio. Intentarlo con los demás. Con los de las manos. En seguida, acomodar la espalda. Respirar profundamente. Respirar otra vez. Sentir la sábana. Su peso. Su temperatura. En seguida habrá que estirar las piernas y mejor si todo sucede más cerca del mediodía que de la salida del Sol.

Alicia se baña como si cada baño fuera un vendaval o una tormenta. Como si hubiera que sobrevivirlo, como si fuera una escena en una película. O varias. Para vestirse, no importa si se necesitan más de veinte minutos. Hay que considerar, repasar cada prenda favorita, depués el conjunto y los zapatos se pueden incluso replantear ya que se ha salido de casa.

Para comer, hay que comer como cavernícola o vikingo, como si el platillo devorado sea el último platillo que se habrá de devorar en meses. El postre debe durar el mismo tiempo o más que el platillo principal. Debe disfrutarse la textura, el olor, y el color. Debe compararse con otros postres similares y diferentes. 

Alicia ve cada película como si fuera, cada una de ellas, una posible nueva favorita, y si lo es, se debe ver cuatro cinco o seis veces y a partir de entonces habrá que verla como una película de culto. Habrá que recitar los mejores diálogos, reír a carcajadas con los mejores chistes y actuar las coreografías de las escenas musicales y de acción. Disfrutar el final como si fuera la primera vez que se ve e incluso sorprenderse con la boda o la victoria. 

Alicia batalla con el sueño, pues no quiere que el día termine. Pero poco a poco se enamora también de ese otro mundo, en el que cada sueño se convierte en una posibilidad a la mañana siguiente.

jueves, 18 de abril de 2013

Cuento de matryoshka

para Carolina



...mientras él escribe 
     en el ordenador 
         él escribe 
            en él 
            escribe mientras...

                  y escribe un cuento
                 que suena a sueño y 
             que vive al mismo tiempo 
         que lo escribe y se levanta de 
        la silla y camina a la habitación 
       del fondo mientras sigue escribiendo 
     y mientras camina hacia la habitación del 
fondo pero mientras continúa escribiendo él de 
la habitación del fondo se desdobla y camina a 
   otra dimensión, la dimensión del desdoblez
      y ese otro que ya no se parece en nada 
        al primero pero se parece más en el 
              interior al primero y también al 
                   segundo y ahora hay una 
                         cuarta dimensión, 
                             quizá más pequeña
                                         y translúcida pero 
                                           igual de auténtica 
                                                          y real
                                                        y así 
                                                 se va 
                                                    d e
                                                        s
                                                       m o 
                                                           r o
                                                             nan
                                                                    d
                                                                       o 
                  
                                                                    TODO  
                                                                                                                                    esencial
                                                                       todo dejando un núcleo               y divino de 
                                                                                                                                él escribiendo 
                                                                                                                                          en 
                                                                                                                                          el 
                                                                                                                           ordenador mientras...
                                                                                            escribe un cuento que suena a sueño y que vive 
                                                                                        al mismo tiempo que lo escribe y se levanta de la silla
                                                                                         y camina a la habitación del fondo mientras sigue 
                                                                                         escribiendo y mientras camina hacia la habitación 
                                                                                            del fondo pero mientras continúa escribiendo 
                                                                                                 él de la habitación del fondo se desdobla 
                                                                                   y camina a otra dimensión, la dimensión del desdoblez
                                                                                        y ese otro que ya no se parece en nada al primero pero
                                                                                         se parece más en el interior al primero y también 
                                                                                             al segundo y ahora hay una cuarta dimensión, 
                                                                                                           quizá más pequeña y traslúcida 
                                                                                                         pero igual de auténtica y real y así 
                                                                                                     se va desmoronando todo todo dejando 
                                                                                                            un núcleo esencial y divino de él 
                                                                                                                escribiendo en el ordenador 
                                                                                                                                 mientras... 

sábado, 6 de abril de 2013

The Infinite Power of Chamán

(social disclaimer: i don't mean no harm to nobody)


y en ese instante, la duda surgió en su cabeza: ¿y si todo TODO TODO lo que me han enseñado es una mentira? y Julio, a sus dieciséis, comenzó a ver las cosas de distinta manera ...abrió su "tercer ojo", y con él, adquirió una perspectiva distinta y ya las cosas no se veían en tres dimensiones y ahora se veían casi "estereoscópicas", como el cine en 3D  - su  "tercer ojo" era una "tercera cámara"-y las cosas y las personas se veían irreales, como huecas o vacías o incorpóreas, y, sin necesidad de drogas, el Vértigo obtenido con la "Duda Suprema" era suficiente para hacerlo volar y darle  superpoderes

Yo soy Dios. Y en Dios me he convertido por el autoconocimiento. Lo mejor, es que todos somos dios. Pero ustedes no se han dado cuenta. Esa es mi única ventaja. Y por eso, hoy, ahora, esta noche, yo soy el Único Dios.


y  Julio decidió caminar, por primera vez con seguridad, entre los cuerpos de color neón, de holograma, de vacío y gas fosforescente, y se metió a la pista de baile, y en medio de la pista, bailó como primitivo o como un dios blanco en una isla de negros o indios

He venido a enseñarles. La luz está ahí al lado de la oscuridad. Lo bueno es malo y lo malo bueno. El Cielo y el Infierno son lo mismo. Soy Mahoma, soy Buda, soy Nietzsche y Judas. Soy, también, William Blake. Todos nos quemaremos juntos, o viviremos juntos eternamente.

y comenzó a bailar su propia música (o cualquier música se escuchaba como suya) rodeado de espectros que irradiaban luz y bailó con toda su fuerza y energía y magia absorbiendo la música y expulsándola por los poros y pensando en Hendrix

Tú, al igual que tu hermano, tienes poderes telepáticos. Tú, muchacha de ojos grandes, tienes el poder de sanar. Tú, gordito sin amigos, serás millonario. Esas son mis bendiciones y bienaventuranzas. 

y la música lo llenaba todo y Julio comenzó a caminar, para llevar la música y la palabra a los que no estaban cerca de la pista, y compartía miradas eléctricas con chicas y chicos a los que nunca antes había visto a los ojos, y cada mirada duraba minutos casi horas casi un Big Bang y casi una eternidad y en cada mirada transmitía el conocimiento

Él te ama. Ella te dejará. De todas formas no importa, pues los dos se merecen o no. Se aman o no. No tienen opción, o tienen todas las opciones o ya las tomaron y no se han dado cuenta.

y todos lo amaban y él amaba a todos o todos lo odiaban y él odiaba a todos y no importaba y Julio decidió salir al mundo a llevar  el conocimiento y afuera de la casa había una pequeña multitud escuchando a un chico negro: 

Y esta noche Yo soy Shakespeare y Ginsberg. Coelho y Osho. Soy nuestro pasado y todo nuestro futuro. 

y Julio vio cómo el chico que decía con tanta certeza lo que Julio estaba destinado a decir, se elevó por los aires, y desapareció en las nubes, y se perdió en la claridad de la Luna y Julio preguntó:

-¿...y él, quién era?

-...ese... ese... era "El Chamán"...

sábado, 30 de marzo de 2013

Good Men are hard to find (indeed)


(Sobre los abuelos)

"Shut up, Bobby Lee," The Misfit said. 
"It's no real pleasure in life."
Flannery O'connor.

Mi abuelo era el hombre más alto y fuerte de Huetamo. Era temido y respetado por todos. En especial, por mi abuela. Cuando él entraba a su casa, su plato tenía que estar caliente sobre la mesa, y mi abuela calentándole una tortilla justo en ese instante. Si el plato no estaba listo, golpes y regaños para todos. La clarividencia de mi abuela era casi tan grande como su paciencia. Muy pocas veces erraba la hora de llegada de mi abuelo. 

Decían de él, de Everardo, que si eras más joven, y te lo cruzabas en la calle caminando en sentido contrario al tuyo, tenías que cederle el paso, o ganarte una bofetada. Si llegaba a la cantina y alguien estaba sentado en su banco, mi abuelo lo alzaba en peso y lo lanzaba a un lado, para poder sentarse. Nadie de Huetamo se atrevía a sentarse en el banco del abuelo Everardo. Everardo era pariente de los Piedra, una familia que sí la supo hacer: asaltaron el tren llevándose muchísimo dinero, y desaparecieron. Nadie nunca volvió a saber de ellos. Algunos los imaginaban en Estados Unidos o en Europa, viviendo de su motín. 

El abuelo Everardo era un hombre tozudo,  que todos los días, hasta sus setentaytantos, desayunaba comía y cenaba carne, frijoles y tortillas. Mi tía dice que un día que se cayó ella de un árbol, él la despertó a cachetadas. Mi tía despertó, para volverse a desmayar, debido a cachetadas posteriores. 

Mi abuela, decían, era una santa, y la única capaz de aguantar a Everardo. Por eso, cuando murió, Everardo no duró mucho. La mitad derecha de su cuerpo dejó de funcionar, y con eso, su fuerza. Tuvo que vivir en la Ciudad, en donde el piso no era de tierra.  En el rancho la basura orgánica se tiraba al piso, y servía como alimento de los perros y cochis.
¿A dónde se tiran aquí las cosas, decía, si este piso no absorbe nada?

Mi abuelo materno, Leonardo, a sus cuarentaytantos, después de haber echado a andar una gran familia de nueve hijos (dos murieron al nacer) decidió echar a andar una segunda familia, también de unos cinco hijos. El problema fue que no le contó a mi abuela sobre sus planes, y acabaron peleados. Dos de sus hijos nunca lo perdonaron. Estoy convencido que mi abuela sí. 

 Mi abuelo Leonardo trabajó muchos años de "agente viajero". Aún no sé a ciencia cierta lo que hacía, pero iba en su auto a California, y duraba meses en la carretera. En el café al que íbamos cada sábado, (que fue donde realmente lo conocí) le echaban carrilla. Decían que en todos los pueblos, desde Nayarit hasta Sonora o Baja California, cuando se acercaban niños al flamante auto a pedirle unas monedas, él se las daba, "no fuera a ser que fueran hijos suyos", y así "aplacaba la conciencia". A mi abuelo no le gustaba que sus amigos me contaran esas historias, pero claro que a mí no me importaba. También decían, en el café, de él y su amigo "el Ché" que si se sentaban a platicar con ellos sobre religión creyentes, seminaristas, o incluso párrocos, se levantaban, media hora después, como ateos convencidos. El abuelo Leonardo dejó de creer el día que el cura de su pueblo (La Barca) le robó a su madre la silla de cabalgar de su difunto padre. (Lo único valioso que dejó).

Leonardo trabajó construyendo vías de tren hasta la frontera con Estado Unidos. En la ciudad, trabajó de "inspector de camiones"y su trabajo era tan ilustre, que se vestía, siempre, de impecable blanco.  

Durante dos años cargó una pistola, por si se topaba al asesino de su padre, vengar su muerte. Nunca lo encontró.

Al abuelo Leonardo le gustaba hablar de los viejos tiempos, del cine y de la literatura, de filosofía y de política. 
"Todo tiempo pasado fue mejor" era su lema. "En mis tiempos" decía, "le teníamos respeto al presidente y a la bandera". 
De joven participó en un grupo de teatro amateur, en el que conoció a Dolores del Río, y ella le decía que "no era mal actor, que se había de dedicar a eso" pero a mi abuelo no le gustaba la vida de la "farándula" y nunca se dedicó a la actuación profesionalmente. Me dijo que volvió a ver a "Dolores" muchos años después, en uno de sus viajes a California. "Una mujer bellísima".

Su amigo "el Ché" hacía 70 lagartijas cada mañana, a sus setentaytantos, caminaba en vez de tomar camión, y no comía carnes ni harinas blancas. Inventó (descubrió) la fibra "Xotzil" o de "Cahuenga" y le robaron la fórmula. Murió atropellado una mañana, camino al café. Creo que todos los días extrañaba su natal Argentina.

Cuando le dije que estudiaba cine, mi abuelo me dijo: "tienes que aprender a cantar y bailar bien, eso tienen que saber los directores de cine". Como herencia, me regaló 2 cámaras de super-8. Siempre me preguntaba qué estaba leyendo, y me platicaba lo que él estaba leyendo. Un día que mostré interés en un libro de Hegel, me lo prestó inmediatamente. Creo que mi abuelo dejó de leer a sus 89. 

Su primer esposa, mi abuela Yiya, me enseñó, también, un montón de cosas. Una vez, cuando yo tenía tres años, me quedé con ella por tres días, durante los que recortamos un juego de mesa que venía impreso en una caja de cereal, y lo jugamos inmediatamente después. Regamos todas sus plantas (tenía, al frente de su casa, latas y latones y planchas antiguas como macetas, llenas todas de diferentes plantitas, tenía tres o cuatro macetas con violetas en la cocina, un guayabo también al frente, y una higuera en su patio posterior. Vivía atrás de una escuela primaria, y cada tanto, se volaba una pelota. Como la barda era muy alta y mi abuela no podía lanzar las pelotas de regreso, se las quedaba, si no iban por ellas. Así que siempre había pelotas en su casa).

La vecina, Adelita, vendía dulces de centavos y de uno o dos pesos. En navidad, ponía un nacimiento que ocupaba toda su sala, y modelaba figuritas extras en plastilina. Una vez, de cumpleaños, me regaló un pequeño busto de policía, que guardé durante varios años, hasta que necesité la plastilina para una tarea. 

Mi abuelo paterno murió en 1981. Tengo un recuerdo inventado de él, al fondo de una escalera.
Mi abuelo materno murió a los 94. Hizo, dos años antes de morir, que todos sus hijos (trece o catorce) firmaran una petición de que no le hicieran ningún servicio fúnebre ni lo enterraran, y que esparcieran sus cenizas en el volcán de Colima. Ninguno de sus hijos defendió su petición, y fue enterrado en un panteón católico. 
Ese día me avergoncé de su decisión.