lunes, 8 de julio de 2013

Una mosca parada en la pared

(noir)


2018. Guadalajara, Mx.

Una mosca vuela segura hacia la ventana cuando es alcanzada por un golpe. El golpe no acierta al cien, por lo que la mosca es alcanzada, pero continúa con vida. Vuela atarantada por el fregador.

José está tirado a todo lo largo de la cocina. ¿Desde cuando el verano en ésta ciudad se siente como el de la playa? Sobre todo si se sale (por ejemplo a la tienda o al cajero) en sandalias. No recuerda los veranos de su infancia en esta ciudad, a la que volvió después de pasar unos años fuera. Muy pocos supieron a dónde o a qué se fué. Sólo corrieron los rumores "que se fué al otro lado" después de la muerte de sus padres. José consiguió su green card gracias a un tío suyo, un pariente lejano cuya ascendencia llevaba allá tres generaciones. Su tío le dio consejos y trabajo que hicieron posible que José sobreviviera y prosperara. Se enroló en el army, y llegó a Ranger. 

La masca vuala da lada sarca da an trasta can agua tarbia can rastas da camada.

La sangre tibia, lenta y pesada, deja el cuerpo de José ¿Cuántos días tardará alguien en encontrarlo? Y pensar que, después de seis meses sin trabajar, alguien fuera a tomarse la molestia de cazarlo. De dispararle a distancia, a través de la ventana de su propia cocina. Nunca creyó que sería aquí donde todo terminaría. Siempre se imaginó que sería en la acción, durante una chamba. Como lo aconseja el "Camino del Samurai", imaginó su muerte en todas las opciones que él creía posibles. Sólo en contados instantes imaginó que sería de viejo. Y en los últimos años, habrían sido unos seis o siete instantes. (Más que posibilidades, eran deseos). Deseos no cumplidos. La ironía de Dios. Aunque siempre dudó de cualquier Dios. ¿Lo verá ahora? Lo duda. Ha visto a hombres morir, y se ha dado cuenta que lo que ven esos hombres, en ese último instante, no es Dios. Ni siquiera es "La Muerte". Simplemente, se transforman, en ese momento, en piedras aguadas, en sacos de vísceras (que por lo demás, pueden ser disueltos en un par de horas, como bien sale en las películas). 

Le mesque vuele erréteque pelegresemente cerque de en vese quen sebres tebeas de elquehel.

Alguien timbra. Ahora que ve de cerca a los insectos, piensa que quizá, en ese destino tan pequeño e insignificante, su existencia es más útil que la suya. Más pura, de alguna forma. ¿Es la conciencia de nuestra existencia, la capacidad de decidir, de imaginar cosas irracionales, inalcanzables, estúpidas o sublimes, lo que nos vuelve... malos? José piensa en los niños que mató. Dos niñas y un niño de unos catorce. Algunos no fueron alcanzados por sus balas, pero todos murieron durante sus "misiones". José intenta, con todo su "espíritu", gritar a la persona que tocó el timbre por segunda vez. Todas sus fuerzas y toda su voluntad, no alcanzan para gritar. Ni siquiera para gemir. Esos niños... ¿Podrían haber sido santos? ¿poetas? ¿pintores? José intenta ver su antebrazo, en donde tiene tatuada una estrella por cada niño colateral. Ni siquiera puede mover los ojos. Pero se imagina su brazo. ¿Qué objeto habrá sido el que más vio en su vida? ¿Las nubes? ¿El Sol? ¿El techo de su cuarto a oscuras? ¿La televisión? ¿Las distintas pantallitas de sus inútiles celulares?

Li misqui itirrizi di lidi cirqui di li vintini.

¿Quién cuidará a Jason? Pinchi gato. Al final es lo único que le importa. El pinchi gato.
¿Cómo lo encontraron? Y con un francotirador. Por lo menos, no ha de ser mexicano. ¿La luz en verano siempre fue tan dura? De niño no me parecía. Igual estaba concentrado en otras cosas. En jugar. ¿Desde cuando el verano en ésta ciudad se siente como el de la playa? 

Lo mosco poteo con ono poto sobro lo soporfosio, creondo on potrón sorcolor.

El matamoscas aferrado en la mano izquierda, cerca de los tatuajes, como prueba del la última gran proeza realizada.

Lu muscu ustú putus urrubu. Lu muscu tumpucu subruvuvurú.


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