lunes, 27 de junio de 2011

Historias del crack (VI)

Toño lleva ocho horas sentado en el camión, conduciendo, soportando olores fétidos, cobrando y dando boletitos. Su cerebro, agotado, funciona como una máquina rudimentaria. Recibe dinero, computa una resta de 2 cifras, y da el cambio junto al boletito, en un movimiento casi perfecto, sin titubeos. El sol se refleja en su rostro, frunciendo su ceño, molestándolo. Casi como al extranjero de Camus. El tráfico es insoportable, y todos los conductores de autos intentan rebasarlo, aunque no lleven la velocidad suficiente. Una señora gorda empuja el brazo de Toño sin querer. Es la segunda vez que pasa. Toño pide a la gente que se recorra, nadie hace nada. Conjunción de los astros, casualidades fatales: un ciclista intenta cruzar frente a él, intenta ganarle al semáforo. La señora vuelve a empujar el brazo de Toño, y un automovilista intenta rebasarlo. Todo, de manera imprevista, sucede en unos 2 segundos. Toño no alcanza a frenar ni a maniobrar. Nadie podría. Las conexiones en su cerebro comienzan a multiplicarse a la velocidad de la luz, formando patrones mandálicos. Toño ve todo con claridad: En sus últimos instantes, y frente a sus ojos Toño ve el futuro de todos los pasajeros. El sol es demasiado, y los demás astros también están en su contra: Toño decide acelerar a fondo, y llevarlos a todos con él, al paraíso.

La bestia quedó patas arriba, diría Azuela.

lunes, 20 de junio de 2011

historias del crack (V)

Ana entra al café. Altiva, segura y juguetona. Ordena sin titubear. Al probar el cappucino deslactosado sin azúcar, al sentir el calor de la bebida resbalar por su garganta y llegar a la boca del estómago, cae en la cuenta de que realmente no quiere estar ahí. No le gusta el café no le gusta ese establecimiento y mucho menos esa ciudad. La gente que conoce ha sido circunstancial y nunca había reflexionado sobre su relación con su familia y su novio. No se había dado cuenta de que se aburre y a veces inclusive odia su trabajo.

Una lágrima resbala por su mejilla llevándose como río crecido un poco de rímel.

Ana sale del café y se sube a su carro e instintivamente maneja hacia esa playa donde pasó tantos atardeceres en su infancia. Ana apaga su celular y saca todo el efectivo posible de un cajero. Pone el disco que escuchó todos los días de sus catorce años y canta. Cuatro o cinco horas más tarde llega a la playa. El Sol también ha llegado a la misma playa a la misma hora y comienza a sumergirse en la orilla del mar como cuando Ana tenía catorce.

lunes, 13 de junio de 2011

historias del crack (IV)

Cuando Benito abrió los ojos esa mañana, la luz del Sol era más fuerte que de costumbre. De hecho, no podía ver bien casi nada. Cuando se levantó, se dio cuenta que su cuerpo estaba encendido. Al dar el primer paso, pudo distinguir la huella de ceniza que dejó en el piso.

Como cada mañana, Benito se dirigió al pueblo, en donde los rumores y sonidos matutinos aturdían sus oídos. Así, sin poder escuchar ni ver con claridad, o más bien, debido a la claridad que entumecía sus sentidos, se dió cuenta que no debía detenerse ahí, por lo que cruzó el pueblo por la calle principal hasta salir del otro lado.

Subió a la montaña y entró en la mítica caverna de la cima. Una vez dentro, se sentó, para nunca más levantarse. Para hablar a los profetas, para ser un arbusto en llamas.

domingo, 5 de junio de 2011

Historias del crack (III)

Fué cuando la taza se estrelló en la pared, que Pablo, de 8 años, tomó la desición. Después de esa semana terrible de gritos y peleas y a veces, golpes. Así, Pablo, decidido y sin llamar la atención, cerró la puerta de su cuarto y abrió su baúl de los juguetes y se metió en él, y lo cerró. Y comenzó a vivir en el mundo en donde Pablo es pirata-astronauta-caballero-dragón, y a veces, Rey. Y vivió en ese mundo para siempre.