lunes, 27 de junio de 2011

Historias del crack (VI)

Toño lleva ocho horas sentado en el camión, conduciendo, soportando olores fétidos, cobrando y dando boletitos. Su cerebro, agotado, funciona como una máquina rudimentaria. Recibe dinero, computa una resta de 2 cifras, y da el cambio junto al boletito, en un movimiento casi perfecto, sin titubeos. El sol se refleja en su rostro, frunciendo su ceño, molestándolo. Casi como al extranjero de Camus. El tráfico es insoportable, y todos los conductores de autos intentan rebasarlo, aunque no lleven la velocidad suficiente. Una señora gorda empuja el brazo de Toño sin querer. Es la segunda vez que pasa. Toño pide a la gente que se recorra, nadie hace nada. Conjunción de los astros, casualidades fatales: un ciclista intenta cruzar frente a él, intenta ganarle al semáforo. La señora vuelve a empujar el brazo de Toño, y un automovilista intenta rebasarlo. Todo, de manera imprevista, sucede en unos 2 segundos. Toño no alcanza a frenar ni a maniobrar. Nadie podría. Las conexiones en su cerebro comienzan a multiplicarse a la velocidad de la luz, formando patrones mandálicos. Toño ve todo con claridad: En sus últimos instantes, y frente a sus ojos Toño ve el futuro de todos los pasajeros. El sol es demasiado, y los demás astros también están en su contra: Toño decide acelerar a fondo, y llevarlos a todos con él, al paraíso.

La bestia quedó patas arriba, diría Azuela.

1 comentario:

  1. La bestia siempre queda patas arriba... hasta que un nuevo universo la recupera, pasa todos los días.

    ResponderEliminar