lunes, 15 de agosto de 2011

El retorno del Brujo

Atravesó el fango, que alguna vez fue sagrado, y llegó a la Isla evitando ser visto por Caronte. Hizo los pases necesarios para que la pesada puerta metálica se abriera. Otros, para no ser reconocido. Inmediatamente se dió cuenta que ya no era el mismo. La última vez que visitó la Isla éstas acciones fueron un simple trámite. Ahora, tuvo que esforzarse un poco. Incluso, caminó con un paso más lento e inseguro...
Después de caminar aparentemente durante días, indagando en cuerpos putrefactos, tocando hombros desconocidos, pero en los que había alguna señal de esperanza, y buscando en rostros accidentados, inclusive intactos e inocentes, la encontró. Su mayor sorpresa no fue encontrarla, sino la reacción de ella. Más bien, la sorpresa fue su falta de reacción. Ella parecía no conocerlo. Es más, parecía inmune a los horrores que la rodeaban. Él la cubrió con su manto, y caminó de regreso, por un camino más difícil, más largo y más laberíntico, debido a que los cuerpos ya se habían movido, algunos ya lo habían olfateado, algunos otros lo seguían, y otros le bloqueaban el paso...
Fué entonces cuando tuvo conciencia de lo viejo que estaba. Ya no los ahuyentaba con un sólo gesto, ni siquiera con un pase. Tenía que usar su báculo, y tenía que concentrarse tanto, que no podía verla. No podía prestarle atención, no podía asegurarse que ella venía a su lado, y que lo seguía. No había certeza de que ella no se fuera a detener, a distraer, a zafar...
Justo descubrió la pesada puerta, y comenzó los pases para abrirla, cuando sintió que bajo su manto ya no estaba ella. También decubrió que ya no tenía fuerzas para buscarla, para regresar. Descubrió que no sabía dónde la había perdido, y que no alcanzaría a salir...

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